miércoles, 5 de mayo de 2010

Subconsciente

( ...)

La mirada perdida delataba que su mente estaba funcionando al margen de cualquier estímulo sensorial.

De entre todas las cosas en las que podía emplear sus neuronas cuando tenía un problema, había un ejercicio que repetía con asiduidad. Una vez un amigo le dijo: no hay otros mundos, pero si hay otros ojos. Desde entonces acostumbraba a mirar los problemas con otros ojos. Unas veces los miraba con los de su padre. Otras con los de un antiguo compañero del colegio. Y eso le ayudaba a encontrar soluciones que nunca se le hubiesen ocurrido. En alguna ocasión le sucedió que después de verlo con otra perspectiva, el problema, dejó de ser tal.
Ni el ajetreo propio de una cafetería a las 11 de la mañana, ni el ruido de las obras, fueron suficientes para despertarlo de su ensoñación, pero bastó que ella susurrase su nombre para que volviese a la realidad:

-No esperaba que llegases tan pronto.

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