martes, 4 de mayo de 2010

Peleándome con mi cabeza, no me gana nadie.

(...)
Y un día se quedó sentado. Había cerrado los ojos y abierto la mente. El control era casi total, teniendo en cuenta lo difícil que resultaba dominar a la bestia en aquellos casos. Aún se miraban a los ojos de forma penetrante. Quizás fuera lo único que aprendieron durante todos estos años: bajar la mirada era signo de derrota. No había contacto físico alguno, pero los lazos que les unían eran perfectamente irrompibles.
(...)
Por un instante, se le dilataron las pupilas y el vello de su cuerpo fue testigo de una sutil sacudida. Se le escapó una sonrisa, que cayó directamente a sus pies y atravesó el suelo. Del resquicio apareció un rayo de luz níveo.
(...)
Sólo tenía dos opciones: huir o que nunca se hubiera llegado a producir esta situación.
(...)
Él le contestó con una sonrisa confortable:
- No llegas tarde. Llegas puntual a la hora de tomar el té.
(...)

Onírico [Verde té]

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